lunes, 13 de septiembre de 2010

Tren fantasma y otros cuentos cortos/Por Claudio García

Por alguna razón que ignoro, en las noches se escucha el pitido del tren pasando por el pueblo. Lo raro es que hace 10 años que las vías están abandonadas.

Mi pueblo, como tantos otros, quedó sin ferrocarril por decisión de unos burócratas estúpidos del gobierno que esgrimieron como excusa el déficit financiero del servicio. A los pocos días de haberse cerrado el ramal que nos comunicaba con algunas grandes ciudades, se escuchó claramente el sonido del tren. Todo el pueblo salió a ver, esperanzado que quizás se había retrocedido en la medida de la clausura del servicio, y el ferrocarril seguiría funcionando. Pero no. Todos claramente escucharon los pitidos y el ruido de las ruedas sobre los rieles, acercándose, pasando por la estación y alejándose del pueblo. Pero las vías seguían vacías. Se dieron mil explicaciones, se hicieron miles de especulaciones.

El hecho se fue repitiendo sin que nadie encontrara una respuesta razonable. Lo maravilloso se fue convirtiendo en algo rutinario y, al final, después de tantos años, todos nos acostumbramos a escuchar en las noches el paso de un tren en un pueblo sin tren. Una vez no pude resistir la tentación y al escuchar el sonido del tren acercándose al pueblo, corrí a la estación y me tiré sobre las vías. Cerré los ojos y escuché nítidamente que un tren se acercaba. Mi cuerpo incluso temió el impacto cuando los sonidos indicaron claramente un tren acercándose. Por unos segundos sentí como que el sonido del tren y una ráfaga fuerte de viento atravesaban mi cuerpo, y fugazmente en mi cabeza se mezclaron imágenes del interior de un tren de pasajeros, pero con el maquinista, los pasajeros y los guardas llorando a moco tendido. Cuando conté de esta experiencia a otras personas del pueblo, se vieron tentados a hacer lo mismo.

Y cada uno de ellos tuvo la misma sensación y las mismas tristes imágenes en su cabeza. Una noche resultó que más de cien personas nos encontrábamos en la estación esperando el sonido del tren y deseosos de atravesarnos en la vía para sentir su paso y las difusas imágenes de las caras llorosas que viajaban en él. A alguien se le ocurrió una infantilada. Parado en la vía, se agarró de la espalda de su vecino como haciendo un trencito. Naturalmente todos los copiamos.

Y cuando claramente el sonido entraba en la estación comenzamos a correr en fila por las vías, acompañando al tren fantasmal e imaginario con nuestro trencito humano e infantil. En un momento todos repetimos la misma sensación del sonido y el viento atravesándonos, pero las imágenes de los pasajeros eran distintas. Ya no lloraban. Sonreían.

Fuente: APPNoticias

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