Había amaneceres con aroma a tierra húmeda y sombras remoloneando detrás de los cerros. Había, en el surco de sombras, casitas blancas con hombres rumbeando hacia la faena diaria. Había atardeceres de viento, rezagos de desierto y bravura rojiza, ensortijados en las ramas ocres de unos álamos hijos del esfuerzo. Había noches de estrellas y madrugadas atravesadas por un bramido fugaz. Era un haz brillando en el fondo del valle, que dejaba su estela en la hilera de pueblos.
Era el ESTRELLA DEL VALLE.
Revista Todo Trenes nº 10
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