Faltan repuestos y herramientas para arreglar los vagones. Los delegados
apuntan contra TBA. Castelar, ocho y media de la mañana. Sobre el pasto,
junto a las vías del Sarmiento, se ven 18 compresores.
Algunos tienen
forma de bobinas y otros son como bidones grises que miden alrededor de
un metro.
Esas piezas, explicarán los técnicos, son el “corazón” del
tren y cada vagón debe tener el suyo. Su función es suministrar aire
para que la máquina se detenga y también para que traccione. De los 18
que observa Clarín , no funciona ninguno. Ni uno. Difícil no relacionar
el dato con la tragedia de Once. El miércoles 22, el tren de TBA que
chocó contra la cabecera de Plaza Miserere sumaba 9 vagones. Según los
delegados, sólo 5 tenían compresores. En el taller de mantenimiento de
trenes, en la estación Castelar, aseguran que les faltan estas piezas
porque son muy viejas (la mayoría de los trenes del Sarmiento son
Toshiba de los años 60) y cuando se rompen no cuentan con herramientas
para arreglarlas . ¿Qué hacen entonces los operarios? Van transplantando
compresores de formaciones en desuso a otras activas. Está claro que no
siempre alcanzan. El galpón del taller tiene 500 metros de largo y 200
de ancho. Cuando llega Clarín , dentro del hangar, dos operarios están
“atendiendo” un tren. Toman piezas de otra formación que está parada y
aislada en el fondo. Tienen que cambiar una puerta. La de repuesto está
agujereada en la parte inferior. Así quedará en una formación que debe
salir al ruedo hoy. Más adelante, el delegado Miguel Almirón muestra un
metal rectangular adherido a un tablón de madera ubicado cerca de la
llanta del tren: “Este es un suplemento que se le pone a la viga. Mirá,
está rota.
La puntera que es ésta, está rota. Entonces, ¿qué se hace? Se
le pone un suplemento y se suelda . Si hubiera material, lo que se hace
es bajar esta viga, tirarla y poner una nueva”. Uno de los datos
escalofriantes que dejó la tragedia es cómo el segundo vagón del tren
accidentado avanzó seis metros sobre el primero. Entones, se advirtió
sobre material endeble de las paredes. Ayer, en el hangar, un vagón
presentaba un hueco del tamaño de una mano . Por el agujero se dejaba
entrever el material oxidado de la finita pared. Debajo del hueco, un
hierro rectangular pintado de blanco, como el resto del vagón, hacía de
parche y tapaba lo que sería un tajo de un metro de largo. Eso,
“emparchar” con material avejentado y débil es una de las actividades
que más realizan en Castelar. En una de las paredes del taller se
suceden portones verdes que introducen a diversas habitaciones. Una es
la sala de herramientas. Adentro, parece una ferretería por la cantidad
de repisas paradas. Sin embargo, la mayoría de los anaqueles están
vacíos . “No tenemos herramientas para darles a los compañeros nuevos.
El último dijo que por suerte tenía una caja de pesca y trae sus
herramientas de ahí”, contó Rodrigo Pardeyro, otro delegado del taller.
Los operarios aseguran que informaron de estos desperfectos a su jefe,
el director de material rodante de TBA, Roque Cirigliano. Es el primo de
los hermanos que manejan la concesión del Sarmiento y el mismo que a
horas de la tragedia calificó como “aceptable” el servicio. Los
delegados también dicen que desde 2003 elevaron 300 denuncias al
Gobierno. La última se la dieron en mano al secretario de Transporte,
Juan Pablo Schiavi.
Fuente: Clarin
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