domingo, 23 de enero de 2011

Un tren de mentiras y la verdad descarrilada

No se reanudará el servicio ferroviario de pasajeros tan prometido durante la última campaña por gobernantes que decidieron deliberadamente engañar a tucumanos. "No sé qué va a pasar, porque hay que reparar la vía y la plata la tiene que poner la Nación.

No voy a permitir que vuelva a circular el tren hasta que no se haga bien toda la reparación; es una materia pendiente y, con sinceridad, no creo que se resuelva". José Alperovich, gobernador de Tucumán. Hay oficios que destruyen y oficios que conservan, escribió Primo Levy en la primera línea de su cuento Versamina. Entre los últimos menciona los trabajos que consisten en preservar algo, documentos, libros, obras de arte, institutos, instituciones, tradiciones, los que, por una compensación natural, conservan a quienes los practican. De los otros refiere implícitamente, por ejemplo, a través de los ausentes a los que la guerra se llevó.

Aspirante a la construcción, y acechada por la devastación, da pelea una de las tareas más jóvenes de occidente, y más interrumpida de América latina. Es masivamente abarcativa y tremendamente vulnerable. Es el oficio de la ciudadanía. La fragilidad del ejercicio ciudadano radica en que, en las formas, se vincula con las acciones políticas de los hombres; y, en el fondo, en que las herramientas que emplea no son cosas sino valores. Y esto es así porque el lugar de trabajo de la ciudadanía es la democracia. De hecho, según Alain Touraine, la democracia se apoya en tres principios fundamentales: representatividad de los gobernantes, limitación de su poder y sentido de la ciudadanía. La correcta articulación de estos elementos, refiere el filósofo Fernando Bárcena en El oficio de la ciudadanía, da lugar a tres dimensiones esenciales de la democracia: la de lo social, la de lo moral y la de lo cívico. "La democracia es por encima de cualquier otra consideración una práctica inspirada en un conjunto de valores.

Es un modo de acción que se justifica en su aplicación y que se legitima cuando se usa de acuerdo con tales valores", define el español. Algunos valores democráticos, como la igualdad y la libertad, aparecen en todos los discursos. Otros son reclamados por la dirigencia, especialmente en año electorales como este, cuando pide el voto: la confianza. Pero hay uno que, como lamentable síntoma de la precaria salud del sistema, lejos de ser reconocido como elemento intrínseco de la política es considerado uno de sus más acérrimos antónimos. Es, sin más, la verdad. Los problemas con ella surgieron cuando el poder decidió que, en lugar de luchar por alcanzarla, tenía que secuestrarla para administrarla como bien particular. "Cuando la verdad se concibe como posesión, la responsabilidad hacia los demás se vuelve paternalista, pues quien cree poseer la verdad no sólo tiende a erigirse en juez sino que está convencido de saber lo que realmente conviene al otro. En cambio, cuando la verdad se concibe en ese sentido inalcanzable en que estamos implicados desde el principio, la responsabilidad hacia el otro se manifiesta como un respeto absoluto por su diferencia y una deuda infinita respecto de él", escribió Franco Crespi en Aprender a existir. A esa verdad acaban de descarrilarla en Tucumán.

Preavisos no vinculantes Que la reactivación del servicio ferroviario de pasajeros entre la capital y Tafí Viejo no vaya a darse no es otro anuncio trunco. Por promesa incumplida puede entenderse la construcción del embalse de Potrero de las Tablas, proyecto que no consiguió financiación de la Nación, según el alperovichismo. Por supuesto, el Estado provincial que paga el multimillonario edificio de la Legislatura para un cuerpo de medio centenar de miembros no tiene fondos para costear una obra que garantizará la provisión de agua potable a medio millón de tucumanos. Pero lo del tren es infinitamente más grave. Es decir, que la actual gestión tenía una suerte de choque de intereses con la verdad había pasado de sospecha fundada a certeza escrita con la Constitución de 2006. Allí dice que todo gobernador tiene derecho a una única reelección consecutiva. Después, debe dejar pasar obligatoriamente un mandato de cuatro años para volver a postularse. Pero al final del texto, una cláusula transitoria dice que eso no es tan cierto: hay un ciudadano, el actual titular del Ejecutivo, que es el único tucumano con derecho a una recontra-reelección, para ejercer el cargo durante 12 años seguidos.

Pero esa farsa a la igualdad ante la ley, tampoco hacía suponer la burla que iban a montar sobre las vías. O sea, los tucumanos ya conocen que el oficialismo acostumbra acometer medidas inexplicables e inexplicadas embanderándose en buenas causas. La compra del nuevo jet en nombre de atender emergencias de salud es el último caso. Pero no en cuanto a la adquisición de la aeronave (polémica, sí; defendible por parte del Estado, también) sino en lo referido a la operación. En otros términos: el Gobierno que administra el Estado con superávit, terminó 2010 con una ampliación presupuestaria de $ 1.134 millones. Y comenzó 2011 con un Presupuesto General de $ 9.806 millones. ¿Por qué, para desembolsar una treintena de millones de pesos, va a tomar un crédito con un interés anual del 14%? ¿Y por qué, si la Cámara lo autorizó a gastar $ 31 millones, va a gastar $ 36 millones? Pero hasta el nuevo avión es una anécdota comparado con lo del tren. Porque lo del tren no es otra cosa sino la deliberada decisión de dos Gobiernos democráticos de faltar a la verdad de la manera más dolosa de la que se tenga memoria reciente. La no invitada En la capitalina estación Central Córdoba estrenaron iluminación y construyeron un hall de espera para pasajeros.

Y en el extremo taficeño hicieron una plaza con merenderos y juegos para chicos, y restauraron el puente peatonal que une la estación Ciudad del Limón con la villa obrera. Después trajeron un coche: una dupla "Apolo". Y lo hicieron andar el 18 de junio de 2009: a diez días de la elección de parlamentarios nacionales. "Impresionante", sintetizó la Presidenta, por teleconferencia. "Estamos felices los tucumanos", dijo el gobernador. Casi 600 días después, se supo que a esa fiesta de discursos sobre deudas históricas saldadas no fue invitada la sinceridad. Se aprovecharon de una de las actividades más nobles del oficio de la ciudadanía: creer. Llega un momento en que el ciudadano, por más desconfiado, desencantado y decepcionado que sea, tiene que creer. Si su Presidenta le dice que volverá a funcionar el tren a bordo del cual va el gobernador, junto con la primera dama (que ya era presidenta del PJ, que entonces se desempeñaba como diputada y que competía para consagrarse senadora nacional); si y todos saludan sonriendo, la gente en algún punto les va a creer. ¿Cómo se van a juntar todos sus gobernantes a decir que es verdad algo que no lo es? No se sabe ni se sabrá si la vuelta del tren hubiera llevado significativas soluciones a los problemas económicos y de desempleo de la vecina ciudad, pero de ahí a usar a sus habitantes -y a sus expectativas- como "extras" involuntarios en el montaje de un videoclip proselitista para toda la Argentina hay un océano de dignidad como diferencia.

Pero, claro, no se trata de un embuste sino de que el gobernador no va a permitir que la dupla "Apolo" vuelva a rodar hasta que las vías no estén debidamente arregladas… Sin exclusividad Ahora bien, la situación se pone dramática cuando se advierte que la proscripción de la verdad no es monopolio del Gobierno. Esta semana, el alperovichismo notificó a los estatales que, en el mejor de los casos, la mejora salarial a otorgar será del 18%. Y, como todos los años, los gremios del sector salieron a mostrar todo lo guapos que son justo antes de sentarse a negociar con el Gobierno. Porque la estadística muestra que después se acuerda sólo con lo que está de acuerdo el Ejecutivo. En otras palabras, los tucumanos que votarán por primera vez en agosto tenían 10 años cuando asumió José Alperovich: eso equivale a que los únicos conflictos sindicales por salarios dignos de los que tienen memoria fueron protagonizados no por un sindicato sino por los trabajadores autoconvocados de la salud. Y esos reclamos se dieron (qué curiosidad) después de que los gremios terminaran las paritarias con la Casa de Gobierno. En lo político, también la oposición dio un tranco en falso en el interminable proceso de construcción de credibilidad con la sociedad. Con independencia de los proyectos presentados, que el candidato a vicegobernador del Acuerdo Cívico y Social (segunda fuerza electoral en los comicios de 2009) no haya dicho una palabra en la Cámara de Diputados durante todo 2010 no es culpa del alperovichismo.

Ni del kirchnerismo tampoco. La democracia es también, y fundamentalmente, una expresión de responsabilidad, concibió durante toda su vida intelectual el escritor, periodista e historiador José Ignacio García Hamilton. Acaso como un último mensaje que ahora puede descifrarse, falleció ese mismo 18 de junio de 2009 en que la estafa corría sobre rieles en Tucumán.

Fuente: La Gaceta

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