La habilitación de una muestra fotográfica llamada “30 mil desaparecidos más un mural” por parte de un grupo de artistas locales vinculados al Museo de Arte Contemporáneo de Cañada de Gómez (MAC) se transformó en una enfática denuncia pública sobre la destrucción de un mural que refería a las madres de las personas que desaparecieron en la dictadura del 76.
La exposición consiste en una secuencia de fotos sobre el proceso de creación del mural que fue pintado sobre un cabín de la estación de trenes de Cañada de Gómez. El malestar de los artistas se debe a que la obra permaneció sólo un mes y fue sacado “por protectores del patrimonio arquitectónico de la ciudad”.
“Para evitar escándalo”. Hasta el viernes pasado las quejas de los trabajadores había circulado mediante mail y en algunas publicaciones de blogs, pero la muestra colectiva de imágenes sacó a la luz un tema que se silenciaba, según opinaron ellos mismos “para evitar un gran escándalo en la ciudad”.
Claudio Suárez, uno de los hacedores del mural, hizo una crónica detallada de cómo ocurrieron los hechos. Explicó que en ocasión de conmemorarse 34 años del golpe del 76 fueron convocados del área de Comunicación municipal para que confeccionaran un mural que repudie esta acción a través de la memoria. Suárez acotó que el grupo aceptó de inmediato el desafío y se eligió el lado norte de un cabín por su emplazamiento enfrente de la plaza de la Vida, sobre bulevar Balcarce, creada para recordar a las víctimas locales del genocidio militar.
La idea principal mostraba una mano que representaría a las madres capturadas por los militares, y en su interior la imagen del pie de un bebé.
“Esta imagen intentaba simbolizar el desprendimiento sufrido por las madres que jamás volvieron a ver a sus hijos o en el peor de los casos jamás volvieron a la vida. La imagen fue cobrando forma por plantillas que cada uno de los artistas hicimos con símbolos que están impregnados en la memoria y que reflejan la realidad de esa época”, confió Suárez.
La obra permaneció apenas un mes. El primero en advertir que no se podía pintar el ferrocarril fue un empleado de la firma Nuevo Central Argentino cuando la obra se estaba haciendo.
“Nosotros desconociendo el porqué, le pedimos que se dirija al municipio para aclarar la situación ya que la información que teníamos era diferente y seguimos confeccionando el mural. Luego todo sucedió muy tranquilamente, hubo mucha afluencia de público en el lugar que nos vio trabajar en vivo y hubo grupos musicales”, comentó Suárez.
Discusiones privadas. Los artistas contaron que luego de las conversaciones se mantuvieron en “alto tono” entre las autoridades municipales y representantes de la empresa. A los artistas nadie les quita de la cabeza que todo fue motorizado por “ciertos personajes protectores de la historia del ferrocarril para salvar el patrimonio arquitectónico de Cañada”.
“Reconozco que el lugar no debió ser usado, pero una vez hecho, al menos debió mostrarse algo de sensibilidad por el simbolismo que tuvo para los que lo realizamos y no destruirlo sin informar ni dialogar y con una impronta que nos remite a otra época. Un error no debe taparse con un error mayor. Luego todo el lugar tenía las típicas inscripciones que algunos suelen hacer como «Lore te amo»”, reflexionó Suárez.
“No nos olvidemos que los artistas fuimos convocados a pintar el mural, no fue una idea propia. No quiero despojarme de la responsabilidad, describo la realidad”, subrayó el artista.
La muestra de imágenes del ferrocarril y el proceso de confección del mural está siendo acompañada por una colección privada del plástico Gustavo Ríos. Ambas muestras permanecerán hasta el 13 de este mes. El Mac es una de las recientemente remodeladas edificaciones del ferrocarril, en bulevar López 830.
Bicicleta censurada. En la foto puede verse también una bicicleta pintada por el artista Fernando Traverso, un rosarino que imprime estas bicicletas con el fin de transformar el espacio urbano en un recinto de la memoria, que también fue sacada del lugar. “Más que una pintada fue una razzia”, buscó ironizar con poca gracia uno de los asistentes al MAC.
Fuente: La Capital
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