martes, 16 de marzo de 2010

Y volvemos a las andadas internacionales (segunda parte)



Aprovechando mi paso por mi natal Osorno, aproveché de ir a ver qué tal estaba la estación, en medio de obras para hacer pasar una calle por debajo de ella. Esperaba poder ver un tren, ya que me habían contado que estaban apareciendo cargueros nuevamente con cierta regularidad por la ciudad, pero no, no había nada. La estación en sí está igual, eso si, con una parte del ala norte que fue demolida, junto con el techo que conectaba el edificio principal con la bodega, además del corte de las 3 vías más cercanas a la estación. Todo esto por las obras de la calle mencionada, que pasará por debajo de la estación (que está a una cierta altura respecto al nivel de la calle) y luego saldrá conectada a un puente sobre un río, para llegar al otro lado (y bueno, al otro lado es donde se supone que llegan los puentes, jejeje). Casi no había nadie en la estación, excepto, si mal no recuerdo, la vieja perra Shakira, casera de la estación y enemiga de las bicicletas.

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Estación vista desde las alturas

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Autocarril en la vía 1

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Vía 4, la que usan los trenes que entran por el norte. Las tres primeras están cortadas.

En la vía 1 estaba un autocarril Billard (entró por el lado sur, porque el norte está cortado, como dije) de EFE, seguramente usado para hacer visitas a la vía que está en mantenimiento, mientras que en el patio estaban los mismos equipos que hace un par de años: un pescante a vapor, una bateadora, una perfiladora y un tren de trabajo de la empresa OHL, compuesto por una Deutz traída de España y 4 vagones de balasto de la misma procedencia. Siempre en el mismo lugar.

Volver a caminar por las calles de Osorno era un alivio por la rapidez de desplazamiento, ya que, como buena ciudad sureña, todo lo tienes cerca. En menos de 10 minutos podía estar en cualquier parte del centro o su periferia, cosa que en Santiago es imposible.

Sábado 13 de Febrero

Desperté temprano en la mañana. Ese día me tocaba el viaje a Bariloche, por lo cual debía estar listo rápido: bolso chequeado, que no faltara nada, un buen desayuno y las provisiones para el viaje: una botella de agua mineral de poco más de dos litros y siete sándwiches de pierna de cerdo (que había alcanzado para almorzar y cenar el día anterior. 7 kilos no se van tan rápido). Me mantenía en comunicación con el par de ferroaficionados que serían mis compañeros de viaje por unos 10 días, para saber en donde estaban, para no perder la sincronía y estar en el lugar preciso para subirme al bus. Nos desplazamos con mi padre hasta las afueras de Osorno, el lugar acordado, para esperar por un rato la pasada del bus. Una media hora después apareció, me despedí de mi padre, guardé las cosas y subí...a la aventura nos íbamos.

Ya arriba, me junté con este par de locos, al final del bus, con notorias caras de sueño. Íbamos en viaje por la ruta internacional 215, que va desde Osorno hasta la frontera con Argentina. Paramos en Entre Lagos, casi a medio camino con el límite, a desayunar. Como yo ya había comido, me tomé un tecito mientras el resto comía pan amasado. Luego de eso, partimos otra vez. Desde la salida de Entre Lagos nos acompaña por un buen rato el Lago Puyehue, en cuya rivera hay varios campings y balnearios. Ahora íbamos hasta las Termas de Puyehue, concretamente en el sector de Aguas Calientes, donde estuvimos casi dos horas. Aprovechamos de recorrer los senderos naturales, mientras nos dedicábamos a puro huevear. Fotos de rigor a la naturaleza y a una cascada y partimos de vuelta. Como el hambre ya se hacía notar, pasamos a unas mesas y desenfundar los contundentes sándwiches que traía como provisión de guerra. Luego, subimos de vuelta a donde estaba el bus para tomar asientos y notamos un letrero, que decía que el uso de esas mesas para 8 personas valía $8.000...ooooso...lo que no sabes no te hace daño.

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Cascada

Ya arriba del bus, volvimos a Entre Lagos a almorzar, donde ya se había despejado el cielo y dejaba ver a la distancia el volcán Osorno, con su forma cónica casi perfecta. Como ya habíamos atacado los sándwiches, aprovechamos de conocer el lago Puyehue, que estaba ahí no más. Tratamos de ver si encontrábamos parte del ramal que llegaba hasta allí durante el trayecto hasta el Puyehue, pero no vimos nada. Poca gente andaba a esa hora por allí. Luego de hueveo y más fotos, partimos de vuelta al bus y, siendo las 15:25, partimos definitivamente a Bariloche, sin escalas.

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Volcán Osorno, desde Entre Lagos.

Llegamos a la aduana Pajaritos a hacer los trámites de salida, que salieron bastante rápido y en una media hora empezábamos el tramo hacia la frontera. Todo rodeado de verdes árboles y con la estampa de la cumbre del volcán Antillanca que aparecía fugazmente entre el verde.

Y llegamos al límite...“Bienvenidos a la República Argentina”, con su hito fronterizo respectivo. Mi cuarta entrada a este país, segunda por ese paso, empezaba con curvas y contracurvas, bajando la cordillera, con un paisaje menos arbóreo pero más montañoso, con grandes macizos que asombraban, destacando la “nariz del diablo” (creo que así la llaman). Llegamos a la aduana argentina (ahí vine a saber que se entra por la provincia de Neuquén y luego se cruza a Río Negro...no era todo Río Negro como pensaba), donde nos revisaron los bolsos y unos 40 minutos después partíamos de nuevo a Bariloche. Pasamos por Villa La Angostura usando calles laterales, debido a que en la principal había una procesión de no-se-qué. Ya se adivinaba el Nahuel Huapi, rodeado de frondosos bosques, que luego cruzaríamos por sobre uno de sus brazos. El día ya estaba completamente despejado mientras avanzábamos en nuestro recorrido. A lo lejos ya se podía ver algo que parecía ser el cerro Catedral, mientras el terreno y especialmente la vegetación empezaban a cambiar radicalmente a un ambiente más desértico, más parecido a la zona central de Chile. Ya se podía ver Bariloche al otro lado del lago, mientras nos acercábamos a una parte bastante plana, donde se podía ver un empalme entre rutas, que conducía hasta Capital Federal, el corazón de Buenos Aires. Ya llegaríamos allá en unos días. Al rato después, ya pasando por Dina Huapi, en los suburbios de Bariloche, aparecen los postes telegráficos que marcan inequívocamente la cercanía de la vía y, era que no, nos pegamos a la ventana, para seguirla y ver si, en una de esas, aparecía algo. Al final entramos al terminal de buses y, como ya no estaban los árboles que iban a lo largo del andén y que tapaban la vista, se podía ver el patio de Bariloche (el terminal y la estación están pegados), en donde se adivinaba un coche furgón FIAT Materfer con el esquema que había sido diseñado para el tren “Arrayanes” de Tren Patagónico (Servicio entre Bariloche y Viedma con menos paradas y que era más caro, además de que llevaba el coche disco. Ya no corre). Llegamos al hotel y dejamos las cosas, para luego ir a cenar e ir hasta la estación a pie, para estirar las piernas.


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La “nariz del diablo”

Mucho no se podía ver a las 11 de la noche, pero ahí estábamos, matando el tiempo. A lo lejos se alcanzaba a ver la silueta del resto del tren que saldría al día siguiente hacia Viedma. Volvimos, luego de esperar la micro que al final no pasó, a pie hasta el hotel, donde nos quedamos conversando con unos tipos en la recepción sobre lo barato que comprar electrónica en Chile y luego nos fuimos a la habitación. Vimos un rato el bizarro canal Crónica TV y luego nos fuimos a dormir. Tocaba un día intenso y había que descansar bien.

Domingo 14 de Febrero

Despertamos temprano en la mañana, al ritmo de la canción de “El Ratón Caramelón”, que sonaba en un celular. Ya en pie, aprovechamos de bajar a desayunar. Desayuno Buffet, ¡la mejor manera de empezar el día!, una buena excusa para comer todo lo que se pueda: Medias lunas, tostadas, frutas, cafés con leche... (en fin, lo suficiente para quedar saciado). Salimos en dirección al Centro Cívico, para aprovechar de que uno de mis compañeros además cambiara un par de pesos en una casa de cambio. El día estaba despejado y los bancos del centro cívico daban pie para quedarse dormido, porque estaban bastante cómodos. Un San Bernardo para las fotos típicas estaba junto a su dueña al otro lado de la plaza (que tenía también un “San Bernardito”), además de un “tren” que recorría las calles (esos con neumáticos y motor de camioncito, típicos para los niños. No sería el único que veríamos en Argentina). Luego volvimos al hotel a buscar las cosas para desalojar y partir rumbo a la estación. Cabe destacar que la micro que tomamos estaba bastante pulcra en su interior (el pasaje costó $3 ($420 chilenos)), sin rayados en los vidrios ni suciedad, como se pueden ver en algunos ejemplares que circulan en Santiago. En unos 10 minutos llegamos a la estación, en donde estaba el mismo panorama de la noche anterior.


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Furgón MATERFER y estación Bariloche de fondo.

Pasamos al terminal a comer algo (era lo más cercano y económico) y elegimos un jamón queso y su respectiva bebida (mucho más no había), luego de lo cual volvimos a la estación, a seguir haciendo tiempo. Estaba la GT-22 Nº 9073 (General Motors) a las puertas del depósito de locomotoras, encendida. Luego de esperar su buen rato, apareció de improviso la GT-22 Nº 9086 (también General Motors), con el esquema que se le impuso hace un año cuando salió “reparada”, después de que se suspendió por dos meses el servicio del Tren Patagónico, debido a una crisis de locomotoras. Se desplazó hacia la estación, tomó el furgón y lo dejó al final del tren. Luego tomó un desvío y desapareció. “Volvió al taller por atrás”, dije, pero grande fue mi sorpresa cuando la vi aparecer por el triángulo, invertida, ya cerca nuestro. ¡Había tomado el triángulo por el otro vértice y no me había dado cuenta! Luego se puso a la cabeza del tren, confirmando que sería la locomotora que iría en segunda posición, ya que la montañosa salida de Bariloche requiere la tracción de dos locomotoras, ya que una sola ya no se puede el tren completo.


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9086 yendo a buscar el Furgón.

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9086 y el tren.

Al rato después, salió la 9073 a maniobrar mientras, por otro lado, los autos subían a los transportadores de automóviles, que serían colocados al frente del tren por la citada locomotora. Eran dos bandejas las que llevaría el tren, una de un piso y la otra de dos, cada una de las cuales estaba en un cargadero distinto, para acelerar la maniobra. La General Motors tomó una por una y se dirigió a la punta del patio para acoplarlas luego al tren. Justo en ese momento aparecen dos amigos argentinos, Guille y Carlos, con los que haríamos este viaje, con los que aproveché de conversar mientras se armaba el trencito. Ya listo esto, era un buen momento para tomar unas cuantas fotos al tren, con Bariloche de fondo, lo que daba un bonito escenario. Nosotros andábamos con los bolsos a la rastra, pero cuando nos dijeron que podíamos dejarlos en el furgón y que cada uno tenía su papelito identificador para retirarlo al bajar (lo que más me preocupaba, al menos a mi), partimos altiro a dejarlos, con lo que nos sacamos un buen peso de encima, literal y figuradamente. Ya eran alrededor de las cuatro de la tarde y, entre conversa y conversa, aprovechamos de tomarnos todos juntos una foto bajo un letrero de madera con letras en metal y con pilares de piedra (que además formaba una banquita) que rezaba “San Carlos de Bariloche”. Al rato de ello, se empezó a mover la 9073, luego de cargar freno al tren y bajo una nube azul de aceite quemado, que hacía tono con el desteñido azul de su carrocería. Quedó el largo tren estacionado y una gran masa de gente aparece para llenar el tren con alrededor de 600 pasajeros.

La formación era, a saber:

- GT-22 Nº9073
- 2 Bandejas automovileras
- GT-22 Nº9086
- Cine
- 2 Pullman
- 3 Dormitorio
- Comedor
- 3 Turista
- Usina (Generador)
- Furgón



Link: http://www.youtube.com/watch?v=tefSvjZ7C_M

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9073 maniobrando con las bandejas II.

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Tren armado y yendo al andén.

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En la estación.

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Desde la punta del andén.

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Mapa de la provincia (Sigan la línea negra que sale de Bariloche al este. Ésa es la vía férrea).

Todos los coches eran FIAT Materfer (Hechos en Argentina), a excepción del Cine y los tres Pullman, que eran japoneses (Hitachi o Kisha Seizo Kaisha (KSK)) y la Usina, que era Eurofima (español).

Estábamos junto a la 9073 cuando ya siendo la hora de salida (17:00 en punto), pega un pitazo y corro a mi Pullman (PA 568) y subo con el tren en movimiento. Guille y Carlos ya estaban en su coche (un Turista) mientras mis compatriotas andaban en otro lado. Entro por primera vez al salón de un Pullman Hitachi, con sus amplios asientos, que dan la suficiente libertad como para acomodarse y descansar bien. Ya en movimiento, a unos 30 km/h, el Nahuel Huapi aparece al otro lado bañado por los rayos del sol, bajo un espléndido día de verano. Un par de minutos después y mientras ganamos altura, nos alejamos del lago y de Bariloche, para entrar en terreno de subidas y bajadas, curvas y contracurvas, con las dos GM tirando con toda su fuerza el tren. Yo lo que esperaba ver era la llamada “Curva del Huevo”, en donde la vía forma una “Omega” para ganar altura sin una pendiente demasiado fuerte, lo que hace que el tren tome cerradas curvas y se le pueda apreciar serpenteando completamente. Mientras pensaba en eso, el tren da un giro hacia la izquierda bien cerrado y me doy cuenta que ahí estaba la mentada curva, tras cruzar el río Ñirihuau, que llegaba mucho antes de lo que yo había pensado, recién saliendo de Bariloche (yo me la imaginaba tras una media hora o más de viaje, pero no). Luego de la curva a la izquierda, toma el curvón hacia la derecha en subida y con la 9073 humeando como mala de la cabeza (pobres autos del segundo piso de la plataforma de atrás, jejeje). Curvas y más curvas y desde la altura se aprecia la vía que acabamos de pasar, para luego meternos otra vez hacia la montaña y pasar por la estación de Ñirihuau a las 17:25. A esa hora, además, empezaba la película en el coche Cine, la cual era “Avatar”, luego de la cual venían dos cintas más (cuyo nombre no recuerdo).

Saliendo de Bariloche



Link: http://www.youtube.com/watch?v=Qvg4m_McVJU

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El Pullman.

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En la curva del huevo. Tren hacia delante...

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...y hacia atrás.

Seguimos viajando por la zona montañosa, hasta que pasamos por una ligera planicie, en donde se emplaza la estación Perito Moreno, junto a una laguna que da un cuadro muy bonito desde el tren. Cabe destacar que es a esta estación donde llega (o llegaba) el tren turístico a vapor que salía hasta hace no mucho de Bariloche, contando la estación con un triángulo para invertir la vaporera. Seguimos viajando por este terreno montañoso hasta con otra gran planicie antecede nuestra primera detención: Pilcaniyeu. Me bajé del coche para esperar a mis compañeros, que venían en la 9086 y para aprovechar de ver en dónde estaba con más amplitud. La verdad que el término “amplitud” se aplicaba bastante bien al terreno en el que estaba parado, que además era plano y flanqueado por las montañas, que encerraban a este pequeño pueblito de la línea sur. Junto a mi coche también se veían los hilos que permiten manejar las señales de brazo que hay en la punta del patio.

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Pasando Perito Moreno.

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Pilcaniyeu.

Aparecieron desde la 9086 mis amigos y subimos de vuelta al Pullman. Tras cinco minutos de detención, salimos para meternos otra vez entre los cerros, bien acomodados en nuestros azules y cómodos asientos, aprovechando luego de un rato de ir a los coches turista, en el segundo de los cuales iban Guille y Carlos, para así poder conocer la formación e ir a saludarlos y poder tomar fotos por la ventana. Pasamos por el comedor y aprovechamos de elegir qué plato queríamos para la cena de la noche (teníamos el último turno para cenar, alrededor de la medianoche. Los coches turistas estaban llenos de gente, ocupando hasta el pasillo que va junto al baño y el vestíbulo junto a las escaleras. Allí estaban ellos, acomodados en un asiento doble de color café, que disimulaba un poco la tierra que el mismo tren levantaba y que se acumulaba en varias partes. Tras una charla, les aproveché de pedir permiso y tomé un par de fotos desde esa ventana abierta, con el viento en la cara y con un trenazo adelante mío, que se metía en unas buenas curvas que daban la oportunidad de tomar buenas fotos. En ese rato llegamos a Comallo, en donde hubo bastante movimiento de gente (de hecho, estuvimos detenidos 12 minutos). Más charla entre medio y luego salimos de aquellos coches del “TierraSur” para volver a nuestro Pullman.


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Comallo.

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Paisaje montañoso.

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El tren desde un turista.

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El tren completo.

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Clemente Onelli.



Link: http://www.youtube.com/watch?v=jZ3VGUeXHR0

En todo viaje que implique ir en un medio de transporte público, el 99% de las veces te van a tocar niños cerca que, de alguna u otra manera, se van a hacer notar. Digo esto porque en ese rato, desde el asiento de delante de mis compañeros, aparecía por arriba del respaldo, cual sol de los Teletubbies, un niño que saludaba repetitivamente con un “¡Hola!”, al cual le seguimos el jueguito por un rato. Ya con sol bajando, se me ocurrió abrir la puerta de un Pullman para poder sacar la mano y tomar fotos o filmar el tren, pero la robustez misma del coche me lo impidió, cosa que el dormitorio no tenía, por lo que fui hasta allá con uno de mis compañeros y aprovechamos de tomar fotos y videos por un buen rato, hasta que nos detuvimos en Clemente Onelli (20:20), que fue cuando volvimos a los asientos. El sol seguía su viaje para ocultarse “por el otro lado” (por la cordillera de Los Andes), mientras nosotros lo hacíamos hacia la noche y futuro alba cerca del mar. Ya a eso de las 21:00 aparecieron la multitud de vagones abandonados de La Trochita (ramal de trocha 0,75 m que va hasta la localidad de Esquel, a 440 km), con su respectivo empalme sobre la vía principal, con lo cual nuestro camino se convierte en bitrocha hasta llegar a Ingeniero Jacobacci, a unos 15 km de distancia, cabecera de este pintoresco ramal y parada importante en el recorrido. Preguntamos cuánto tiempo estaríamos detenidos, a lo que nos respondieron “entre 40 y 50 minutos”, lo que nos dio pie para bajar y tomar fotos como malos de la cabeza, además de que ya nos habíamos enterado de que iba a bajar un auto, lo que nos daba la seguridad de que la estancia sería larga...

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Tren en Jacobacci

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La 9086 espera, mientras la 9073 maniobra.


...Pero eso, queda para el próximo capítulo.

Texto fotos y video: Domingo Kauak

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