miércoles, 17 de marzo de 2010

El viaje en tren en 1883

El ferrocarril llegó a Tucumán, como es sabido, en 1876. Faustino Velloso narra, en el folleto "Sintetizando recuerdos", el periplo de 1883 desde Rosario a nuestra ciudad, en la línea -única entonces- del Central Córdoba. "Era aquel un largo y penoso viaje que duraba casi tres días", cuenta. Los trenes no corrían de noche, y se detenían en algunas estaciones para que los pasajeros pudieran alimentarse y dormir. Eran una especie de "postas ferroviarias" que carecían de la comodidad más elemental.



Velloso, niño de 13 años entonces, recuerda que le tocó dormir en la población catamarqueña de Recreo. "Fuera de un salón comedor pasable, donde se veían pintados los escudos de las provincias de Santiago, Catamarca y Tucumán, la demás edificación se componía de pequeñas piezas de madera, cuartos corridos, uno a continuación del otro". A los pocos años, el servicio experimentaría una primera mejora, antecedente de los camarotes. En los vagones se habilitó una cama en los asientos, "que ofrecía, a pesar de todo, unas relativa comodidad"
Aparte de tales molestias, estaban otras, propias de las regiones por las que se pasaba. En primer lugar, "la tierra, que acompañaba al convoy en la mayor parte de su larga travesía. Las vías carecían de balasto, estaban tendidas sobre la tierra pelada. Aquello producía una nube de polvo que lo invadía todo. Pero eso no era nada comparado con lo que ocurría por las estaciones Totoralejos, Recreo, etcétera, y en especial al pasar por las Salinas Grandes, que se las atraviesa de sur a norte. Allí se producía una verdadera invasión de mosquitos, tábanos y jejenes, contra la cual era imposible luchar con ventaja". Con todo, el Central Córdoba "era la mejor y la más corta vía de comunicación entre el puerto de Buenos Aires y la legendaria Tucumán".

Fuente: La Gaceta

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