martes, 11 de diciembre de 2012

Una novela de trenes argentinos en épocas de dramas ferroviarios


Tocar el timbre a la hora señalada no siempre resulta una indicación pertinente para un cronista, sobre todo si el sitio acordado para la entrevista es la redacción de una revista en el momento del cierre de las notas: nadie parece escuchar. Por suerte siempre hay alguien que sale a fumar un cigarrillo y oficia de salvoconducto: amable, la periodista nos hace pasar y nos lleva hasta Sergio Olguín, escritor y editor que acaba de publicar La fragilidad de los cuerpos -Tusquets- y pide 10 minutos antes de empezar la entrevista para terminar la nota en la que está trabajando. Una vez listo, el escritor, que en 2009 ganó el Premio Tusquets por su novela Oscura, monótona sangre , nos hace pasar a la sala de reuniones de la redacción, un ambiente vidriado que deja ver el movimiento incesante del particular momento de cierre. Lo que sí parece pertinente entonces, es preguntarle por la protagonista de su novela: Verónica Rosenthal, también periodista, que investiga un juego macabro en el que hay niños pobres reclutados para una competencia siniestra sobre las vías del tren, y se enreda en una relación intensa con Lucio, maquinista, casado, que la conecta con el mundo y sub-mundo ferroviarios.

-Verónica parece una heroína: periodista a tiempo completo, desde el mismo instante en que se despierta y hasta que se duerme…
-Sí, supongo que esa relación casi exclusiva con el periodismo se debe a que tiene su vida resuelta, viene de una clase acomodada, no es una mina que labura por el sueldo y eso la convierte en una periodista muy especial: es apasionada, la periodista que todo editor quisiera tener. Me interesaba mucho poner la profesión como tema, el aburrimiento de las reuniones de sumario en las que todos proponen siempre la misma nota, el editor que suele tratarte según su humor del día y eso que muchas veces pasa, y le pasa a Verónica en la novela, que hacés una nota muy comprometida y cuando la terminás tu jefe te pide una columna de opinión, como si eso fuera lo importante.



-¿El periodismo te sirve a la hora de escribir una novela?

-Sí, soy un escritor que está influido por lo que considero los méritos de la profesión, una escritura que intenta atrapar al lector rápidamente, con la búsqueda de un lenguaje que no se repita, que no tenga palabras de más y deje de lado lo literario. Y por otra parte, y eso también me lo da el periodismo, me permite una enorme facilidad de escritura, puedo escribir en un ambiente como éste, rodeado de veinte personas que van y vienen, no necesito una gran concentración.

-La novela es un policial atravesado por el tren Sarmiento y la referencia a la Tragedia de Once -el siniestro que dejó 51 muertos y más de 700 heridos el 22 de febrero de 2012- parece obligada, ¿cuándo la escribiste?

-Mucho antes de eso, incluso antes de la otra tragedia, la de Flores en septiembre de 2011. En realidad nace de “Los trenes de la muerte”, un cuento que escribí para una antología que coordinó Christian Kupchik en 2004. Al ramal Sarmiento lo conozco bien porque tengo familia en el Oeste de Gran Buenos Aires y, más allá de la ficción, lo que cuento del mundo del ferrocarril es real. Se trata deaquello que le le sucede a un maquinista después de atropellar gente, y enseña cómo se comportan las empresas ferroviarias con sus empleados. Pero ese mundo está puesto en función de lo que más me interesaba contar: la relación de Verónica, una mujer soltera, y Lucio, un hombre casado, en un vínculo sadomasoquista.

-Esa parece una lectura posible de lo íntimo y lo social en tu novela, ¿cómo resolviste la coexistencia del policial con la cuestión de una relación compleja?

-En principio me interesaba más la historia de ellos dos que la trama policial, creo que las relaciones difíciles son mi obsesión como escritor. Uno piensa que está escribiendo algo original hasta que se da cuenta de que siempre vuelve sobre sus temas; a La fragilidad de los cuerpos la encuentro emparentada con casi todas mis novelas anteriores.


Fuente: Clarín

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