domingo, 26 de junio de 2011

Hasta que un buen día al pago volvió

El retorno del tren de pasajeros a La Pampa (Realicó "por ahora") ha sido comentado en esta columna y motivó una nota de don M. Morras, el pasado lunes. Me tienta volver sobre el tema, porque cuando hablamos del tren los veteranos sentimos un cosquilleo emotivo y casi que podemos advertir el insidioso acoso de la culpa.
Digo esto porque la ausencia del tren puso remate a un proceso lento, de décadas, de modo que los de varias generaciones estaríamos complicados, aunque es verdad que, en gran parte del siglo pasado, lo que se hizo en éste y otros aspectos de la vida nacional ni siquiera fue consultado con Juan Pueblo y, que lo recuerde, tampoco se le ocurrió a alguien reclamar un plebiscito. La causa (no quiero decir el caso, expresión tan impersonal) merecía esa participación activa del soberano. Puede que consuele a algunos de los que callaron el recuerdo de que el siglo XX no fue, en conjunto, brillante para nuestra democracia.
Apenas estrenada (considerando que la constitución data de 1853) la pasada centuria siguió ocupada en el desarrollo del fraude y si generalizó el voto, soportó una secuencia de golpes militares y terminó con una guerra que distrajo, encendió el triunfalismo y hundió en el ninguneo tan pronto se consumó como derrota y se reveló como sangriento intento de prolongar la dictadura con otras apariencias. En ese comedio, la industrialización, que se había revelado necesaria para no quedar confinados en la agroexportación, comenzó con bríos y se apagó con pena de algunos y jolgorio de muchos en los años del "deme dos" (siempre que sea importado). Digo esto porque he escuchado que no pocos de los nacidos de los ochenta para acá desconocen tales avatares o vicisitudes o se niegan a cargarlos en su mochila. He estado pensando que esa actitud comenzó al cabo de la guerra de Malvinas y que, por eso, si oyen hablar de ella, hacen lo que las generaciones activas en junio de l982: yo no fui, no me diga, bah, no tiene importancia, hablemos de otra cosa...
Al omitir el proceso de digerir la derrota se transmite una actitud negativa hacia el pasado. Hubo que esperar hasta 2010, después de un comienzo opaco de la celebración del Bicentenario, para que la gente empezase a volver a la calle con voluntad de protagonismo real y no solo testimonial desganado. Es cierto que todavía el comienzo del tercer milenio nos deparó la crisis, la emigración de los jóvenes, el "que se vayan todos", que omitía ser inclusivo... Quiero decir que estuvimos muy solicitados por sucesos que herían la autoestima y que, cuando la gente comenzó a volver a los buques (y los aviones) parecía estar comenzando a ejecutar un acto revocatorio de las tradiciones mayas. Es curioso lo que resulta de ponerse a mirar hechos de los últimos treinta y pico de años. Y, según mi apreciación, también es un hecho histórico el que en estos años se haya iniciado una cruzada por la recuperación de la memoria, justo cuando el desánimo parecía haber concluido que el olvido ayuda si no a corregir males, al menos a hacernos poco sensibles a su acoso. Nos pasó "de todo y lo contrario de todo", según una frase que he sentido la necesidad de repetir.
Como se aprecia, he tenido que volver a sentirme en el tren, marchando hacia un rumbo elegido y preferido, aunque fuese en los duros asientos de pinotea, para ensayar una manera de referir nuestra experiencia de estos años durante los cuales estuvimos "perdiendo el tren". Esta semana, cuando se celebraba el 20 de junio, el "día" 20 de junio, el gobierno nacional dio un decreto que restablece a la bandera en espacios de los que había comenzado ausentarse de manera vergonzante. Y hasta Belgrano y San Martín, nuestros próceres reconocidos sin retaceos, retornan desde la pantalla como para decirnos que sí, que el camino es el de Mayo y que somos ciudadanos del mundo desde nuestra porción de mundo. Y que el tren también lleva en esa dirección. Atentamente: JOTAVE

Fuente: La Arena

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