En días muy tristes como los actuales, con noticias trágicas que se repiten con muertes inútiles en las habituales protestas sociales, otra vez el escenario del ex Ferrocarril Roca y la estación de Avellaneda sirvieron para cobrarse una nueva víctima.
En junio de 2002, fue el caso de los crímenes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Ahora fue el turno del joven Mariano Ferreyra.
Pero por cierto que mi intención no es referirme a estos lamentables episodios, sino recordar hechos más gratifi cantes vinculados con la grandeza del ferrocarril en nuestra región.
Por eso, amigos de “La Unión”, quiero contarles cómo el progreso, un medio de transporte tan importante como el tren, llegó a Lomas a fines del siglo XIX.
Cuando aún resonaban en el país los ecos de la batalla de Pavón y nos preparábamos para la guerra contra el Paraguay, sonaba la primera locomotora que llevaba simbólicamente el nombre del descubridor de Américay que arrastraría rumbo Sur de la provincia el 14 de agosto de 1865.
Ese tren con una formación de unos cuatro o cinco vagones iniciaba una brillante etapa ferroviaria. La línea férrea llegaba hasta Chascomús y el 7 de marzo del año anterior se había efectuado u n agran fiesta popular con motivo de la inauguración de las obras.
La reunión se había realizado en los terrenos que hoy ocupa Plaza Constitución, sitio histórico que fuera destinado a la defensa de Buenos Aires en 1852.
Fue el general Mitre, entonces presidente de la Nación, el que tiró la primera palada de tierra en el mismo sitio desde donde debían arrancar los rieles.
Desde luego que el paisaje del trayecto a recorrer hasta el incipiente pueblo de La Paz presentaba un aspecto bien diferente al de estos días.
Al salir el tren desde Plaza Constitución dejaba a la derecha la Convalecencia y a la izquierda varias quintas entre las que se destacaba la de Saénz Valiente, para luego continuar por un pequeño declive hasta Barracas en cuyo recorrido podía observarse a la distancia el pueblo de La Boca.
Luego el tren avanzaba hacia campos y chacras y más adelante, a la altura de lo que es hoy Banfield, entraba en una zona de montes y árboles frutales que habían sido plantados por el alcalde local Tomás Grigera y los hermanos Parish Robertson.
La única estación que existía era la de Barracas, ya que la de Banfield se inauguró en 1873 y su nombre se debe a Eduardo Banfield, gerente del Ferrocarril desde 1865 hasta 1872.
La de Temperley, llamada así en homenaje a George Temperley, un rico propietario de tierras en esa zona que gestionara el trazado del pueblo, fue levantada en el año 1871 la primera y en 1883 la actual estación.
El primer jefe de estación Lomas de Zamora fue el señor Blake y los trenes partían diariamente desde Plaza Constitución a las 9 de la mañana, llegaban a Barracas a las 9.10 y a Lomas, a las 9.35 y, de regreso, el mismo tren salía de Lomas a las 11.30, para llegar a Buenos Aires a las 12.20. Otro tren procedente de Chascomús llegaba a Lomas a las 19.30, para detenerse en Constitución a las 8.10.
Como puede verse, los viejos horarios de hace más de 100 años no difi eren mucho de los actuales, con los ramales electrifi cados.
Los únicos medios de transporte anteriores a la llegada del ferrocarril eran la mensajería y la carreta. Los primeros vehículos hacían unos 75 viajes mensuales de salido y otros tantos de regreso con una capacidad media de 10 pasajeros cada uno.
Además de 5 empresas distintas prestaban este servicio despachando sus carruajes en días fijos, con lo que cubrían de tal manera diversos caminos del sur de la campaña bonaerense que abarcaban desde Lobos y Chascomús llegando hasta Tandil, Moro y la Laguna de los Padres, hoy Mar del Plata.
Ligado a la historia de Lomas de Zamora y al Ferrocarril del Sud, el colegio Barker, que estaba ubicado en la esquina de la avenida Meeks y Gorriti, lado este, tiene un lugar destacado.
Su nombre se debe a que mister C.O. Barker, que fuera secretario gerente del ferrocarril y que muriera en Buenos Aires el 20 de marzo de 1893, tras una meritoria y eficaz labor al frente de la empresa durante 25 años, en cuyo transcurso logró extender los rieles hasta Bahía Blanca, con ramales hasta Mar del Plata, Necochea, Saladillo y otras localidades.
A grandes rasgos esta es la historia de la llegada del ferrocarril a Lomas de Zamora o al Pueblo de La Paz como se le llamaba entonces a la incipiente población que tuvo su núcleo en las Tres esquinas, en el cruce del Camino Real y Pereyra Lucena.
Sin dudas un progreso social y económico que puso al país a frente de las naciones sudamericanas, con el motor del tren abriendo caminos y conectando poblaciones muy distantes.
Lamentablemente, el desguace con las políticas neoliberales de los 90 destruyó la potencia del ferrocarril con la tristemente célebre frase dicha por el presidente Carlos Menem: “ramal que para, ramal que cierra”.
Esperemos que de ahora en más se revierta esto con mejores servicios, más inversiones y un ferrocarril en marcha para beneficios de todos los argentinos.
Fuente: La Union digital
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