El tranvía se despidió de las calles de Buenos Aires el domingo 19 de febrero de 1963. Con el último recorrido de las líneas 20 y 38 se puso fin a un medio de transporte que había trasladado a los porteños desde el siglo XIX y que llegó a contar con una red de cerca de 800 kilómetros de vías, una de las más extensas del mundo. Con el tiempo surgieron varios proyectos para que volviera a circular, pero todos ellos fueron limitados. En la década del 80 debutó el Premetro, pero nunca se extendió más allá de sus recorridos entre Flores y Villa Soldati y Lugano. Desde 2007 es el barrio estrella de Buenos Aires, Puerto Madero, el que ve pasar un tranvía, el Tren del Este, pero sólo por unas pocas cuadras entre las avenidas Córdoba e Independencia.
En cambio, el subte fue el medio de transporte que más creció en las últimas décadas en las preferencias de los porteños. Pero a sus ventajas comparativas con los transportes de superficie (velocidad, nula contaminación, prescindencia del petróleo) desde hace un tiempo se le contrarrestan su alto costo de construcción y ciertos aspectos estructurales, como las limitaciones que ofrecen los andenes, cuyo largo en las estaciones más antiguas no permite que se sumen más coches a las formaciones. De hecho, la red se encuentra al borde del colapso.
Estas últimas razones han sido fundamentales para que ahora, por primera vez desde 1963, haya surgido un proyecto para que el regreso del tranvía no sólo tenga la forma de un corto paseo en la siesta dominguera con un afán histórico o turístico, sino que nuevamente sea un medio de transporte masivo, circulando por una red que comunicaría varios barrios y que llegaría hasta Avellaneda y Vicente López. Para más de 400 ciudades en el mundo el tranvía ha dejado de ser una postal sepia y hoy es sinónimo de modernidad, eficiencia y respeto por el medio ambiente. ¿Representará su regreso una nueva apuesta por los transportes de superficie y el inexorable abandono de una expansión del subte demasiado costosa?
Con las limitaciones económicas que enfrentará la ciudad, es probable que ni uno ni otro medio se desarrolle como los porteños necesitan. Que el subte no se extienda lo suficiente y que el nuevo proyecto no alcance nunca a convertirse, parafraseando a Tennessee Williams, en algo más que un tranvía llamado deseo.
Fuente: La Nacion
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