Empleados y vecinos buscan y jerarquizan elementos que fueron utilizados a los largo de los 100 años de existencia del establecimiento. Entre las piezas del museo se destaca un silbato de bronce de 300 kilos, maquinaria y asientos de los coches de pasajeros.
El silbato sonó ronco y profundo como el de un barco que anuncia su partida. Envuelta en las galas del primer centenario de la Revolución de Mayo, Tucumán inauguraba con gran pompa los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo. Hace 100 años, exactamente, el entonces gobernador Próspero Mena presidía la apertura de uno de los talleres ferroviarios más grandes de Latinoamérica. Hoy, en el interior de esa estructura -que parece un esqueleto oscuro y semi vacío- crece un museo que guarda la memoria de aquellos años de pujanza. Allí, los vecinos, los empleados que todavía quedan y viejos ferroviarios rendirán homenaje al pasado y le recordarán al Gobierno su promesa de reabrir los talleres.
Hace cuatro años, un grupo de vecinos emprendió la tarea de rescatar los elementos valiosos que quedaban en el lugar. "Cuando los vecinos se enteraron de que estábamos recuperando los objetos para construir un museo comenzaron a hacernos llegar los recuerdos que ellos atesoraron", cuenta Teodoro Karamaneff, integrante de la Asociación Amigos del Museo y los Talleres Ferroviarios, que preside Ramón Antonio Martínez.
Entre los hallazgos más importantes se encuentra un silbato de bronce de 300 kilos construido por la firma inglesa Glasgow, la misma que fabricó las calderas del famoso Titanic. "Encontramos las piezas en una caja, lo armamos y lo probamos. Suena como el pito de un barco, y se lo escucha a 12 kilómetros a la redonda", aseguran. "Cuando yo era chica y nos quedábamos estudiando por las noches, el silbato que se escuchaba clarito desde mi casa, nos anunciaba que ya eran las 5 de la mañana", recuerda María Angeles Massa, empleada y miembro de la comisión del Museo.
Miguel Angel Herrera, que trabajó 51 años en los talleres (el lunes será su último día), se detiene ante cada pieza para explicar su origen. "Estas placas de vidrio son negativos que se usaban para sacar fotos cuando todavía no se había inventado el celuloide", dice mostrando una de las 2.000 placas que se recuperaron. "Esta es una réplica de un tren Diesel de pasajeros construido en 1950. Fue el primero que se creó con aire acondicionado", indica asentando su mano en la enorme maqueta con sus pequeños asientos y sus ventanas con cortinas.
En una de las paredes hay exhibidores con las medallas de bronce de los empleados, cada una con su número. Muchas de ellas fueron entregadas por las familias de los obreros cuando se enteraron de la formación del museo. "Cada obrero tenía chapa de bronce con un número identificatorio. Cuando ingresaba, colgaba su chapa y después pasaba el anotador para tomar asistencia", explica Herrera.
En el museo se pueden ver maquinarias, un reloj tarjetero de 1937, la primera computadora Olivetti que llegó a Tucumán, una máscara para los pintores, antiguos asientos de los coches de pasajeros, un mimeógrafo y varias vaporeras, de las que se conservan diez.
Para la guerra
La chimenea de ladrillos, de 1907, todavía muestra los rastros que dejó un rayo que cayó en 1981 y que le destrozó su corona. Hasta los pisos de los talleres tienen historia. "Esta caminería está hecha con placas de hierro de 40 kilos cada una. Eran parte de una estructura de defensa nacional, porque servían como reserva para fabricar armas si se desataba una guerra, ya que no había lugar dónde guardarlas", revela Herrera.
En los centenarios talleres de Tafí Viejo todo parece haber estado pensado para trascender en la historia y para quedar en la memoria del pueblo.
Fuente: La Gaceta
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