
De no mediar la denuncia del Museo Ferroviario a la Defensoría del Pueblo provincial y nacional, hoy hubiésemos estado privados de estas vías operativas dentro de la estación Belgrano. Algunos se preguntarán, ¿para qué sirven? Sirven en el tiempo y en el espacio. El tiempo es el que nos dará la razón de la vuelta impostergable de sus trenes y, el espacio son sus andenes que les darán entrada, con el clamoroso recibimiento de los ciudadanos que estoicamente esperan su regreso. Sitios desconocidos. Recordemos que en la Estación Belgrano luego de trasponer su amplio hall, nos encontrábamos con las oficinas de Boletería, a la derecha Informes, Trenes, Policía Federal, Contaduría y Encomiendas. Hacia la izquierda las de Jefe de estación, Servicio médico, Farmacia, Ropería e Inspección de tráfico. En el centro, sus extensos andenes conformados por 4 plataformas y 6 vías interiores con una vasta cubierta metálica que los cubre en toda su extensión. Pero la planta alta de este edificio tan preciado es desconocida por la mayoría de la gente, salvo los que en ella efectuábamos labores. Su frente a través de pórticos y amplios ventanales, estos últimos se extienden hacia los costados y por detrás de su estructura, delatan la multiplicidad de quehaceres que allí se efectuaban con medianas y grandes oficinas con cinco salones amplísimos donde funcionaban la Central de Movimiento de Trenes, Departamento Tracción, Asuntos Generales, Central de Telégrafos y Teletipos, Suministro y Patrimonio. Pero lo más importante de destacar es que en ese mismo piso tenían su asiento las Superintendencias de Transporte y Comercial con jurisdicciones en Santa Fe, Chaco, parte de Santiago del Estero y Córdoba, lo que da la pauta de la jerarquía operativa del F.C. General Belgrano a través de su estación. Todas estas dependencias cumplían su objetivo: ordenar trenes, distribuir vagones de carga en su zona, promocionar comercialmente al ferrocarril, transmitir y recepcionar telegramas de servicio y públicos e intercambio con el Correo Central, estadística diaria de los carguíos, registro de lluvias de las estaciones las cuales se derivaban al Servicio Meteorológico Nacional y otras actividades colaterales como Trenes y Accidentes y la no menos importante como lo fue la oficina de Vagones, Transporte y Hacienda. Pero su rango se la ganó en la enorme cantidad de trenes que provenían y salían hacia distintos puntos del país, como sus conexiones internacionales con Chile y Bolivia, otorgándosele la categoría máxima como estación cabecera, del por entonces denominado Ferrocarril Central Norte Argentino, que se convirtió luego de su nacionalización en 1948 como Ferrocarril Nacional General Manuel Belgrano. Todo es posible. Así es, todo es posible en ella para desarrollar la cultura en sus amplias manifestaciones, el comercio que potenciaría la zona, hasta ayer sin futuro, donde reinaba la promiscuidad y el abandono. Desde el Museo Ferroviario celebramos su renacimiento a través de una gestión municipal que se animó a ponerla de pie. Que falta mucho todavía es cierto- pero es el comienzo de una obra sin retroceso enmarcada en la voluntad firme de cumplir con un objetivo que la está dignificando y realzando en la concepción primigenia de su estructura. Esperemos no se desvíe la esencia por lo que fue construida en la imagen futura de un tren por venir. El ejemplo nos lo da la coexistencia armónica de la antigua pero siempre vigente Retiro ferroviaria y su similar de ómnibus, a poca distancia, con sus áreas comerciales, en ese mundo subyugante de trenes, buses y autobuses. A ningún porteño se le ocurriría trasladar la estación Retiro a otro lugar fuera de la ciudad. Santa Fe posee una de las más bellas y monumentales estaciones del país, en donde en ella todo es posible realizar y, por lógica, el ferrocarril debe tener el lugar que le corresponde. La puesta en valor de su frontispicio, del hall, la antigua confitería, sanitarios y veredas, alejó sus sombras dramáticas para dar paso a la luz, a los duendes que comenzaron a merodear regocijados aquellos rincones otrora tristes y silenciosos.

Fuente: El Litoral
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