jueves, 1 de abril de 2010

Hace 20 años en Victorica

Victorica: Enero de 1990.

Ultima semana del mes. Ultimo tren que llegaría a esta zona, de acuerdo a lo que decía la primera medida privatista del gobierno de Carlos Menem. Eran las tres y media de un caluroso viernes por la tarde cuando salimos desde la plaza Héroes de Cochicó, hacia la estación ferroviaria para manifestar contra el decreto presidencial 44/90 que hablaba de la supresión de los ramales ferroviarios y en este caso el que llegaba a Telén como punta de riel, pasando por distintas localidades, entre ellas Victorica Ya pasaron diez años



Foto: Luty Sartori (flickr.com)

El Ramal que fue

Tarde calurosa: 38 grados y sin embargo muchos fuimos los que salimos desde la plaza hasta la estación, caminando con banderas argentinas y con guitarras entonando “Campanas de Palo” del poeta no vidente “Chicho” Cejas. Muchos eran los que nos esperaban en la estación cuando llegamos, respondiendo de esta forma a la convocatoria lanzada por la Comisión Pro-Ferrocarril, compuesta por un grupo de vecinos Victoriquenses. Allí, en los andenes, éramos unos mil. Una pueblada .

Con eso logramos que el tren siguiera viniendo, pero fue un tiempito nomás.

Volvieron a arremeter con el proceso privatista y en junio del mismo año, a pesar de que hicimos una segunda manifestación definitivamente levantaron el ramal .

Las campanas fueron de palo. El argumento era que daba pérdida, sin embargo con el ferrocarril, nuestros pueblos, los nacidos al lado de las vías, cosecharon para su historial, casi un siglo de riqueza cultural y económica. Cierto es que el siglo se lleva todo, pero también que los países desarrollados mejoran cada vez mas estos servicios y entonces ¿Por que aquí los sacaron?. ¿Habrá que pensar seguramente que cuando nuestro país tome la senda del desarrollo tendremos nuevamente el ferrocarril ?. Si es así, otra será la historia por que habrá que volver a empezar como dice la canción ya que todo lo que era, esta destruido y abandonado. También, primero habrá que esperar que se cumplan los treinta años de concesión mas las posibles prorrogas. Habrá que desmontar nuevamente como se hizo en el siglo pasado, ya que hoy las vías están cubiertas de yuyos, arbustos y renuevos. Las estaciones también, producto de una total desatención. Lo que con orgullo mostraban los pueblos y Ferrocarriles Argentinos, ya no existe más.

La llegada de la primer locomotora a esta zona fue en 1908. El acontecimiento tuvo como marco un festejo memorable. Periódicos de aquella época, como el diario La Capital, cuentan que el recibimiento fue popular, con la participación de instituciones, salvas y disparos de bombas; luego un “suculento almuerzo campestre”, para cerrar con un baile que duró “animadísimo hasta el oscurecer”.

La influencia de don Alfonso Capdeville “fundador del pueblo de Telén” con el gobierno nacional del entonces presidente Roca logró en aquel proyecto de trazado de líneas ferroviarias se cumpliera en parte, ya que por entonces “1908” el tren llegaba hasta Telén, aunque existía un proyecto de traza que lo extendía hasta campos vecinos e, incluso provincias limítrofes. Si desde la punta del riel en Telén quedaron construidos unos mil metros de ramal hacia el sur de la localidad, hacia lo que se denominaba La Tranquera Blanca. A partir de allí se abría un brazo corto, presumiblemente hacia la Guadalosa, y otro hacia Poitahue, por lo que nos habla del espíritu progresistas de aquellos hombres. Abrieron el siglo con ese impulso dentro del mismo corazón de La Pampa.

La otra cara de los que cerraron el siglo
Hoy, a diez años del levantamiento del ramal, cada vez que miramos una estación ferroviaria, se nos viene toda la historia encima-

Mi abuelo Eusebio, llego desde Mendoza a Telén a comienzos de siglo. Tenía 17 años y quería trabajar. Don Alfonso Capdeville lo contrató para desmontar con las distintas cuadrillas porque “va a pasar el ferrocarril”.Don Eusebio terminó siendo hombre de confianza de don Alfonso y al concluir los trabajos de desmonte y ya con el ferrocarril circulando, lo envía a la estancia Poitahue por sus conocimientos de tareas de campo, trabajo que desempeñó hasta sus últimos días

El ferrocarril efectuaba el transporte tanto el de pasajeros como el de carga y dinamizaba la economía regional; desde Telén hasta General Pico los pueblos crecían a orillas de las vías a través de la explotación forestal y ganadera y de los frutos del país, lo que daba al comercio un auge considerable.

Tres veces por semana era la cita obligada de los pueblerinos en las estaciones ferroviarias, martes, jueves y sábado. En la estación quedo registrado casi un siglo de historia, de progreso, de fracasos, alegrías, de tristeza y de dolor.

Bastaba observar los rostros de quienes asistían a la estación para entenderlos e interpretarlos. Alguien que no llegó, alguien que se va, la buena y la mala noticia ...., allí estaba la resultante de un cúmulo de expresiones y manifestaciones de un pueblo que nació a la vera del ferrocarril.

Mi padre trabajó toda su vida en la explotación forestal, haciendo leña, postes y varillas de caldén, y apilándolas en la playa de la estación, desde donde eran cargadas después para satisfacer la demanda maderera de aquellos años.

A la vera de las vías

Nosotros nos criamos en las “pilas” de la estación, al lado de las vías. Allí apilábamos cuidadosamente la leña hasta tanto llegara el vagón, que había que solicitar con tiempo al jefe de la estación porque había muchos pedidos para carga. Nos criamos en los andenes, en la bascula, lugar donde pesábamos los camiones con leña y jugábamos por monedas a ver quien acertaba el peso o se aproximaba más; después jugábamos a la pelota en las inmediaciones.

De chicos esperábamos el tren con ansiedad, ya sea el de carga o el de pasajeros. Si era el de carga nos movía la fantasía de encontrar en los vagones algún croto que viajara de intruso o simplemente mirar, por que nos había dicho que las víboras grandes que habían aparecido en la zona eran consecuencias de unas palmeras traídas del norte del país, en cuyo interior venían huevos de los ofidios que aquí se incubaron.

La ansiedad por la llegada del tren de pasajeros tenía también otras motivaciones. Nosotros esperábamos a Don Entisne, el distribuidor de diarios y revistas de toda la zona, desde General Pico hasta Telén. Para nosotros era todo un acontecimiento, Don Entisne ocupaba dos largos bancos de pasajeros donde distribuía cuidadosamente el material de lectura. Cuando llegaba el tren nosotros nos subíamos rápidamente, ya que eran pocos minutos que paraba. Lo hacíamos para comprar la Goles o el Gráfico o alguna revista de aventuras. Cuando no teníamos dinero, la “comprábamos” por el otro lado de la ventanilla, la opuesta al andén. Fue una persona muy querida el distribuidor.

Un comercio ferroviario

En la estación “todo por encargo” vendíamos bolsas de chauchas de algarrobo y piquillín en botella, generalmente para llevar a Buenos Aires “para que lo prueben”.

Los largos años de pilas de leña depositadas en la estación hicieron que las astillas de la madera entraran en un proceso de descomposición, produciendo de esta manera una gruesa capa de humus que se almacenó durante mucho tiempo .

Nosotros también explotábamos ese “rubro”.Las vecinas, la gente que gustaba de cultivar flores y tener quinta, periódicamente nos encargaba bolsitas de “tierra de la estación” para fertilizar. Teníamos clientela.

Tanto el jefe de la estación como el cambista, eran personas importantes en el pueblo. En las reuniones que se hacían en la localidad ellos siempre estaban presentes. Nosotros éramos amigos de sus hijos, más si tenían hermanas, allí había más interés por la amistad. En realidad, como siempre sucede, los chicos éramos todos amigos, la pelota y el lugar nos convocaban. Teníamos amistad con los hacheros y con sus hijos. Íbamos al monte a llevarles el pedido y el agua, los comestibles que necesitaban en el monte, ya que la residencia allí era casi permanente en un toldo, donde Vivian con su familia. Volcar sobre el borde del piso de un camión un tambor de doscientos litros de agua y luego inclinarlo para que caiga a la tina que tenia el hachero en el piso, era un trabajo que nos gustaba.

Gente del monte

Gente buena los hacheros, nos contaban sus cosas, nos convidaban torta al rescoldo, peludo y piche y nosotros les contábamos las novedades del pueblo y quien había venido en el tren.

Al monte íbamos en un Ford canadiense, eran los que mejor se movían en ese terreno. A la vuelta tornábamos con la carga que generalmente era leña. Nosotros íbamos como “lechuzón”, a veces uno, a veces dos.

“Lechuzón” se le decía al que hacía de acompañante al camionero. Le abría la tranquera, le daba manija al camión -los Ford canadienses no arrancaban nunca- y ayudaban en todas las tareas de carga y descarga.

Una vez uno de ellos -un lechuzón muy jovencito- se resbaló del estribo del camión y la rueda del canadiense lo pasó por arriba. Fue en El Puesto de La Morocha y lo lloramos todos.

Por eso salimos a defender el ferrocarril, aquella calurosa tarde de enero de 1990.Ya han pasado diez años. Tenemos mucha historia juntos con el ferrocarril. Nos conocemos mucho, somos hasta compinches, Nunca dirá con quien “chinitiábamos junto a las pilas, en las tardecitas. Por eso hoy yo no quiero olvidarlo.

Por eso el Chicho Cejas le escribió "Campanas de palo", porque los reclamos no los escucha nadie. La escribió en los años 80 cuando por primera vez lo pretendieron levantar y lo hicieron corren una vez por semana.

Será por eso que el cantautor Alfredo Gesualdi, compuso “Por andenes de Esperanza”, luego de la histórica pueblada del año 90.

Será por eso.

Yo le escribo porque lo quiero mucho. Porque mi abuelo desmontó para que pudiera pasar. Porque nos criamos juntos y ahora no esta más, pero quedamos nosotros, los que no perdemos la memoria.

Por eso le escribo

José Antonio Pescara

Artículo publicado en el año 2000 en el suplemento CALDENIA del diario pampeano “La Arena”

2 comentarios:

  1. la verdad hoy en que veo esta pagina me doy cuenta de la hitoria del pueblo donde nacieron y se criaron mis padres me causo mucha indignación el cierre del ramal ferroviario, y por lo vivido y visto hasta ahora este gobierno lo que menos piensa es en el pueblo argentino

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  2. Pablo Roberto Capdeville15 de agosto de 2010, 22:37

    Creo no conocerte, pero me motiva tu relato a escribirte estas líneas, yo también naci en Victorica y solia ir con mi papá en un canadiense de color amarillo a buscar leña y recuerdo que mi padre me contaba que en algún momento, un tal Pancho Pescara, su amigo, habria tenedo un terrible accidente viniendo cargado de leña en su canadá,te cuento que son recuerdos muy borrosos que aun anidan en mi memoria, te estoy hablando de cincuenta y pico de años atrás, la verdad que en relación al cierre de los ramales ferroviarios mejor ni hablar, he visto y veo aun con mucho dolor la muerte de infinidad de pueblos a la vera de los rieles,tambien te digo que soy uno de los bisnietos de don Alfonso Capdeville y que me siento orgulloso de que lo consideres de esa manera, te mando un fuerte abrazo victoriquense.

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