lunes, 8 de febrero de 2010

El increible (y olvidado) Tren Blanco que corría entre Viedma y Bariloche

Arriba el playón de mantenimiento y depósito del Tren Blanco en cercanías del puente ferrocarretero de Viedma; abajo, un momento del trasbordo de pasajeros del tren tradicional, con locomotora a vapor, al tren Ganz, en la estación de Carmen de Patagones

Abajo el Tren Blanco atraviesa el Cañadón de la Viuda, cerca de Pilcaniyeu,
en el camino a Bariloche.

Esta no es una nota de ficción. Esta es una crónica sobre una historia real, de la que son testigos vivientes cientos de personas que viajaron en el Tren Blanco y pueden dar todavía sus testimonios. También hay ex empleados ferroviarios que recuerdan con emoción aquellos tiempos, cuando en Río Negro se viajaba de Viedma a Bariloche en pocas horas y con máximo confort.

Empezamos con tres diálogos imaginarios pero bien posibles, que pudieron escucharse tal vez entre los años 1939 y 1950, en distintos puntos de la línea ferroviaria que cruza la meseta rionegrina.
-Nisandro... ensillá el alazán y andá a juntar las ovejas que están cerca de la vía, que hoy pasa el Tren Blanco y los otros días nos tiró al diablo tres animales...
- Chicos, pórtense bien... porque si hacen todos los deberes esta tarde los llevo a la estación para ver pasar el Tren Blanco...
- Vieja... andá poniendo al fuego la olla pa’l puchero... allá lejos se ve pasar el Tren Blanco, así que ya son las once de la mañana, porque siempre pasa a la hora justa....
Eran los tiempos del servicio especial del tren coche motor Ganz, que desarrollaba una velocidad máxima de 120 kilómetros por hora, con cómodos vagones tipo pullman, con aire acondicionado y servicio de bar. ¡Un tren bala en los años 40, con tecnología de avanzada para aquella época!
Todo esto resulta difícil de creer en la actualidad, después del desguace de los servicios ferroviarios argentinos que comenzó en los años 60 y se concretó en los 90.

Trenes veloces

Hace sesenta y pico de años entre la capital del territorio y la ciudad andina corrían trenes veloces y aerodinámicos que, con el mayor confort, cubrían el trayecto completo del ramal en exactamente once horas y media.
Esa era la duración del viaje entre Viedma y San Carlos de Bariloche en aquella maravilla ferroviaria llamada popularmente el Tren Blanco, por el color plateado de su carrocería.
La línea del Ferrocarril del Estado que atraviesa toda la provincia desde el mar a la cordillera fue construida en diversas etapas a partir de 1909. Los rieles avanzaron desde San Antonio Oeste y a medida que se avanzaba se fueron fundando pueblos por el desierto, cada uno de ellos “punta de riel” durante algunos años, hasta llegar a San Carlos de Bariloche el seis de mayo de 1934. La conexión con Viedma estuvo terminada en 1926, antes que se construyera el puente ferrocarretero sobre el río Negro, recién inaugurado en diciembre de1931. Para fines de ese año se pudo realizar el primer recorrido completo desde Plaza Constitución hasta Ingeniero Jacobacci, punto final de las vías desde 1927.
El servicio entre Buenos Aires y Carmen de Patagones lo prestaba la compañía Ferrocarril del Sur, de capitales ingleses, pero desde Viedma en adelante era responsabilidad del Ferrocarril del Estado, por lo que a la vía que atraviesa toda la actual provincia de Río Negro (por entonces territorio nacional) se la conocía como “la línea del Estado”.
Hacia 1938 el Estado Nacional, compró en Hungría varias formaciones del tren diesel eléctrico marca Ganz, con el sistema denominado “coche motor”, sin locomotoras, que eran el mayor adelanto de la época en materia ferroviaria.

Un viaje perfecto


Dos de esos trenes fueron puestos en servicio en el ramal a Bariloche, para partir desde Patagones. Los pasajeros iniciaban el viaje desde Plaza Constitución en una formación con locomotora a vapor del Ferrocarril del Sud, de la empresa británica. Entre Buenos Aires y Patagones el trayecto se cubría en casi 16 horas.
La salida de Plaza Constitución era a las 16,30 y a las ocho y media de la mañana siguiente se llegaba a la última ciudad de la provincia de Buenos Aires. Después del trasbordo y el cruce del puente a las nueve en punto el Tren Blanco iniciaba su veloz travesía patagónica.
Se hacía una parada de un minuto en el empalme Cortizo, en las afueras de San Antonio Oeste, donde los pasajeros que tenían por destino la localidad atlántica hacían un rápido traspaso en un tren de dos vagones; una detención más extensa de 15 minutos para cambiar el personal maquinista en Ministro Ramos Mexía (por entonces estación Corral Chico); y otras tres paradas de un minuto en Ingeniero Jacobacci, Pilcaniyeu y Nirihuau.
El arribo final a Bariloche era a las 20,30 de ese mismo día, con lo cual el viaje completo entre Plaza Constitución y la Capital de los Lagos demandaba 27 horas y 50 minutos, contando apenas una hora de detenciones. Las páginas de historia ferroviaria en la web señalan que este récord de velocidad nunca pudo ser mejorado, ni siquiera en la década de los ’60 cuando la totalidad del trayecto era cubierto, sin trasbordos, por las formaciones diesel del famoso tren Arrayanes.
Por su velocidad, confort y puntualidad este tren bautizado como por los ferroviarios de la época del ’40 como el “pájaro blanco”, por la forma de pico de la banda azul longitudinal sobre la trompa, era un verdadero motivo de orgullo para los trabajadores del riel en sus distintas especialidades.
Pero, además, también era especial satisfacción para los vecinos de Viedma, porque la base operativa del famoso coche motor Ganz estaba instalada en la capital del Territorio de Río Negro. Las dos brillantes formaciones, con capacidad para 116 pasajeros, equipadas con coche comedor, cocina y compartimientos con asientos que podían transformarse en literas, recibían mantenimiento y se guardaban en un inmenso galpón de chapa ubicado junto al puente ferrocarretero, junto al barrio del personal ferroviario.
Para las tareas de revisión se construyó un playón de piso de hormigón armado, algo poco visto en ese tiempo cuando lo común era usar adoquines de granito, y se instalaron dos enormes fosas. La comparación de las fotos, entre una tomada hacia mediados de los 40 y otra con apenas dos semanas de antigüedad, permite apreciar que no quedó casi nada de esas instalaciones, sólo los rieles, el hormigón y las fosas convertidas en vaciadero de todo tipo de basura.
Recuerdos de ferroviarios
Dos experimentados ex trabajadores ferroviarios, vecinos de la Patagones y Viedma, brindaron a este cronista sus recuerdos personales sobre el mítico Tren Blanco.
Francisco Aníbal “Coro” Ferría, mecánico del ferrocarril del Estado, señaló que “en aquellos trenes se viajaba sin recibir ni una pizca de polvo, uno podía subir en Patagones con un traje negro y bajaba en Bariloche con un traje negro”.
“Coro” relató, con orgullo y emoción, que todo el personal que prestaba servicio en el Tren Blanco estaba equipado con mamelucos de primera calidad “En ese tiempo los servicios delicados eran los números 45 y 46, para turistas, hacían combinación en Carmen de Patagones. Cuando los pasajeros llegaban acá y veían el tren blanco no lo podían creer, era todo plateado por afuera y adentro tapizado en cuero. La madera era lustrada. Tenía un baño con ducha. Viajaba gente de primerísima, nosotros los mecánicos teníamos que usar unos mamelucos marca “Rovera” y camisa con corbata. Era un servicio especial, la gente no molestaba, los mozos impecables también, con saco blanco, pantalón negro, camisa con moñito. Allí en ese servicio conocí a algunos actores que viajaban: Angel Magaña, Pedro López Lagar, Mecha Ortiz y muchos más, que ya no recuerdo”.
Leandro Inda, encargado de varias estaciones del ramal a Bariloche a lo largo de su dilatada carrera, recordó que “el tren salía de Viedma a las nueve y llegaba a la estación Bernal, donde estaba yo, a 60 kilómetros de distancia, en exactamente 32 minutos; era tan rápido que yo preparaba el aro de la vía libre cuando estaba pasando por la estación de Palacios, a 30 kiilómetros, para no llegar tarde....”.
El servicio se cumplió durante las temporadas de verano entre 1939 y 1950. Hubo un par de años de interrupción entre 1943 y 1945, cuando la guerra mundial europea complicaba el suministro de repuestos.
Después de la nacionalización de la totalidad de las líneas ferroviarias, dispuesta por el presidente Juan Domingo Perón en 1948, se afectaron aquellas dos formaciones al servicio entre Plaza Constitución, Pinamar y Miramar, sobre la costa atlántica. También se implementó un tren expreso entre Buenos Aires y Bahía Blanca, bajo la denominación de “Huemul”; pero lamentablemente las vías del sur rionegrino ya no volvieron a ser transitadas por la flecha de plata.

Perón y Evita en el Tren Blanco


Cuando el servicio regular de los coches motores diesel Ganz ya se había discontinuado, a principios de 1950 hubo un último viaje especial del “tren blanco” hacia San Carlos de Bariloche. En los últimos días de marzo de ese año la formación cubrió en forma completa todo el recorrido desde Plaza Constitución con dos pasajeros ilustres: el presidente de la Nación, General Juan Domingo Perón, y su esposa, Eva Duarte de Perón.
“Yo me acuerdo muy bien, en ese tiempo estaba de jefe de la estación Clemente Onelli y recibimos precisas instrucciones de que todo el personal debía estar sobre el andén, de punta en blanco, para saludar el paso del convoy” recordó Leandro Inda.
El memorioso ferroviario agregó que “ese día el tren venía con un poco de atraso, justificado por supuesto, porque en cada pueblo el general y Evita salían a saludar por una de las puertas del coche motor y sus asistentes repartían paquetes con ropa”.
Ya nada quedó de todo aquello. Solamente esta colección de fotos que permiten la reconstrucción de una historia que parece de ficción, pero es totalmente real.

Fuente: Perfiles Espinosa

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