sábado, 20 de octubre de 2012

Testigo de un pasado ferroviario con alto riesgo de extinción total


Al sureste del departamento Leales se erige el último vestigio del ramal ferroviario Pacará-Las Termas de Río Hondo. La estación erigida en 1928 y habilitada en 1929 es hoy el hogar de la familia Mendoza. En el pueblo de casas distantes residen actualmente cerca de 70 familias.



LA FACHADA. El cartel del andén es la puerta de acceso de la ex estación
Caminando entre las vías -

Dicen que "la soledad es un buen lugar para encontrarse, pero uno muy malo para quedarse". Pero para Jésica Mendoza, de 21 años, solo la primera parte de la frase le cabe. La joven madre soltera, de voluntad férrea, carácter dominante y fortaleza anímica, heredó la historia y el reducido patrimonio de la ex estación ferroviaria de El Guardamonte. El edificio de la última (o primera) escala tucumana del ramal C-10 es hoy no solo el hogar sino también el paraíso de la nieta de don Vicente Mendoza, ferroviario de pura cepa, ya abonado al descanso eterno.

"Mi abuelo vino aquí con su familia cuando se inauguró la estación en 1929. Por entonces el Ferrocarril Central Norte optaba por emplear a quienes se radicaban en el lugar", contó Jésica mientras inducía con la mirada a su hijo de cinco años y a su prima, de 11, a continuar almorzando, en el interior de la vivienda-estación. La tía es la mayor de la casa, pero como trabaja, ella cuida a todos.

Sin luz ni agua
La joven nacida en Necochea, Buenos Aires, y criada en este paraje, ubicado 14 kilómetros al oeste de la ruta nacional N° 9, a la altura de Los Puestos, y a 16 kilómetros al noreste de la cola del dique frontal de Río Hondo, al principio se mostró reticente. Pero después nos invitó a pasar. Incluso recurrió a un cuaderno donde había registrado los orígenes y el desarrollo de El Guardamonte.

"Este pueblo nació con el ferrocarril. La estación se construyó en 1928 pero se inauguró en el 29. Aquí no había luz en esa época, y gracias al tren disponíamos de agua. El ferrocarril construyó un surgente, también colocó una bomba y por último levantó un tanque, a través del cual en la actualidad se suministra agua a las 70 familias que residen en la zona", agregó con autoridad.

Una empalizada de durmientes delimita el perímetro de la antigua estación. El cartel con el nombre de la escala, que antes se encontraba sobre el andén, hoy ocupa el acceso al predio.

Las vías ya no existen y la playa de maniobras es monte. El corto andén sigue intacto, pero las voces ya no se escuchan. Tampoco hay vapor suspendido en el aire ni sonidos de silbatos o locomotoras. La estación El Guardamonte es testigo de una época de multitudinarios rostros, felices e ilusionados. Testigo al fin, pero en peligro de extinción. "En la comuna de Los Puestos, de donde depende esta jurisdicción, me dijeron que quieren ayudarnos a reacondicionar el edificio. Dios quiera que lo hagan. Esta es una construcción con historia y que refleja un tiempo de esplendor cuando aquí había más de 700 habitantes", se esperanzó la joven Mendoza.

Los Cambell
A 100 metros de los Mendoza, en una de las seis viviendas que construyó el ferrocarril, reside doña Antonia del Tránsito Arias de Cambell. "Nosotros nos radicamos aquí el 2 de febrero de 1960. Mi esposo, que ya falleció, Avén Benjamín Cambell, era de Tafí Viejo y descendiente de ingleses. Trabajó en el ferrocarril. En ese tiempo la gente iba mucho en el tren a Las Termas de Río Hondo para vender los animales que criaba -pollos, cabritos, cerdos-, fiambres y quesos que elaboraban, verduras y otros productos regionales. Y desde allá compraban o hacían trueque con mercadería que necesitaban para el sustento diario, o mecheros o lámparas a gas para alumbrarse", describió la mujer de 77 años.

"Cuando el tren dejó de correr en 1972 -añadió- se fueron muchos de aquí. Todo cambió"


El monte se aquieta. El sol calienta demasiado. En ese páramo de casas dispersas la ex estación y el tanque evitan que el olvido sepulte el pasado ferroviario de El Guardamonte.

Fuente: La Gaceta

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